A la edad de cinco años, según la costumbre de la época, Tomás de Aquino fue enviado para recibir su primer entrenamiento de los monjes benedictinos de Monte Cassino. Diligentes en el estudio lo señalaron de manera temprana como meditativo y dedicado a la oración, y su preceptor se sorprendió al oír que el niño preguntara con frecuencia: «¿Qué es Dios». Sobre el año 1236, fue enviado a la Universidad de Nápoles. Calo dice que el cambio se hizo a instancias del abad de Monte Cassino, quien escribió al padre de Tomás que un niño de esos talentos no se debe dejar en la oscuridad (Prummer, op. Cit., 20).

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